Quien llega por primera vez a la villa romana de La Olmeda, a unos sesenta kilómetros al norte de Palencia en la región Castilla y León, queda sorprendido principalmente por el exitoso matrimonio entre la antigüedad del sitio y la arquitectura moderna. Es probable que el visitante haya visto algunas imágenes de los mosaicos, pero el impacto visivo creado por el Estudio Paredes-Pedrosa, lo dejará indudablemente asombrado. La nueva “casa” logra en la triple – y ardua – tarea de proteger, valorar y al mismo tiempo hacer accesible al público el complejo habitativo de época Bajo imperial. Es significante que el proyecto elegido por los jueces examinadores se intitulase “Noli me tangere”, para resaltar la prioridad de no violar la residencia rural con edificios invasores. La receta ha sido efectuada a la perfección y tendrìa que ser repetida (con las infinitas variaciones con que se declinan la recetas de éxito) en otros contextos, iniciando por los italianos.

Merece también un aplauso la elección de designar a algunos instrumentos tecnológicos de última generación, más las excelentes y preparadísimas guías de carne y hueso, las funciones didácticas y explicativas. Los visores digitales permiten al visitante apreciar de mejor manera los tesoros del pasado a través de reconstrucciones virtuales y una guía en tres idiomas (español, inglés y francés), pero sin traicionarlos como sucede en algunos lugares transformados en parque de atracciones.
Hay que decir que la villa de la Olmeda ha sido afortunada: no obstante haya sido víctima de un incendio que tuvo consecuencias sobre todo en el ala occidental (como revelan todavía las manchas oscuras sobre los mosaicos que señalan el lugar donde cayeron los travesaños incendiados) su rico aparato decorativo no ha tenido daños irreparables, también porque el abandono de la villa no ha sido causado por actos de violencia destructiva. La residencia rural no fue en realdidad arrasada por una horda de bárbaros sino que se apagó lentamente. Asì nosotros podemos admirar el valioso pavimento musivo que cubre gran parte de su extensión sin tener que lamentar muchas pérdidas a diferencia de la Villa La Tejada en Quintanilla de la Cueza, cuyos mosaicos están irremediablemente arruinados en diversas partes.
Los arqueologos no le han podido dar un nombre al rico terrateniente que a mediados del IV A.C. hizo construir el complejo habitativo que hoy admiramos. Queda en cambio esculpido como emperecedera memoria aquel del último dueño del terreno, Don Javier Cortes Alvarez de Miranda, que descubrió la villa por casualidad en 1968 haciendo algunos trabajos agrícolos. Girando la tierra con un arado halló a sólo 60 centímetros de profundidad algunas estructuras de mampostería y desde entonces inició la excavación arqueológica que aún hoy continúa. Un pequeño terreno ha sido colocado en buena vista en función didáctica. Este año se conmemora el trigésimo aniversario de la donación de la villa a la Disputación de Palencia, que se hizo en 1980 y el año pasado S.M. la Reina Doña Sofía visitó el sitio después de pocos meses de la inauguración de las nuevas instalaciones arquitectónicas.
La planta de la villa revela un clásico edificio que se desarrolla en torno a un patio central a peristilio, pues rodeado de columnas. El conjunto presentaba en los cuatro lados , cuatro torres de forma cuadrada, en la parte norte y octogonales en la parte sur, donde estaba ubicaba la entrada principal. El cuidado con que estaba realizado el segundo piso de estas torres- con pavimentos de mosaicos – hace excluir a los arqueólogos, por lo menos en las primeras fases habitativas de la villa, un uso exclusivamente defensivo de las mismas. Solo en la parte final de su existencia es probable que las torres hayan sido destinadas a fines militares. Caminando a lo largo del recorrido que se encuentra a través de las numerosas habitaciones de la villa, sobre livianas pasarelas, perfectamente integradas en el edificio, el visitante se sorprendera al tener encuentros imprevistos, iniciando por palcos con cuernos de ciervo, probables trofeos de caza que declaraban a los huéspedes la habilidad en cacería del dueño. Los arquitectos han querido señalar con “cortinas” de tela metálica las paredes de algunas habitaciones con un resultado escenográfico y evocador.

De las pinturas parietales quedan solo algunos rastros a nivel de los zócalos, en cambio los mosaicos resplandecen su belleza aun después de diecisiete siglos. Vienen principalmente representados motivos vegetales y geométricos. Entre estos últimos se destacan aquellos con la esvástica, símbolo que según los estudiosos no se refería a significados religiosos de matriz oriental sino que sería simplemente un elemento decorativo, ya que presenta los rayos hacia ambas direcciones. Pero es en el “oecus” o salón principal donde se halla el protagonista de la villa que la ha hecho famosa, el mosaico con la escena de la revelación por parte de Ulises de la identidad de Aquiles escondido en el palacio real de Licomedes en Skiros . El mosaico es tan bello e importante que merece un tratado aparte, que serà publicado próximamente.

No es posible saber precisamente cuantos habitantes pudiese alojar la villa, pero el número de las tumbas recabadas en las tres necropolis confirman que el conjunto daba alojamiento a varias decenas o centenas de personas entre libres, libertos (esclavos liberados) y esclavos que se ocupaban de las numerosas actividades productivas en que invertía el dominus. Pero había tiempo y sobre todo lugar para el otium, como atestigua el monumental edificio termal que surgía en la parte parte del entero complejo, a tal punto que las guías lo denominan una villa en la villa. Aquí la familia del dueño (familia entendida según el mundo romano) podía aprovechar de todas las comodidades de una instalación digna de una pequeña ciudad. Aquí está el vestuario, el caldarium, para baños calientes y frigidarium para los fríos, con una pequeña bañera curiosamente sin cañerías. Las habitaciones eran calefactadas con el sistema tradicional llamado hypocaustum, o sea por medio de la circulación de aire caliente bajo el nivel del suelo producida por un horno contiguo.

En el sistema termal se ha hallado una plaqueta con un escrito VINARI / LETARI / que los estudiosos completan con [LVDERE / RIDERE / HOC EST / VIVERE] o sea “beber, divertirse (con problable accesión sexual), reir, esto es vivir”. Indudablemente los habitantes de la villa, por lo menos aquellos libres, se divertían en este palacio suficientemente lejano de los fastidios de Pallantia (antigua Palencia).
A pocos kilómetros de distancia de la villa, en la localidad de Saldaña, se encuentra un pequeño pero interesante museo, alojado en la iglesia de San Pedro, que protege un notable retablo barroco. La colección conserva los restos hallados en los yacimientos de la villa, con una disposición neta entre aquellos que corresponden al mundo de los vivos y aquellos del ámbito fúnebre: monedas anillos, el zapatito de un niño, encontrado en una bañera de las termas, numerosos manufactos realizados en “ sigillata hispánica”, herramientas de trabajo.
Las conchas de las ostras del mar Cantábrico testimonian del altsímo tenor de vida de los dueños que no recunciaban a ninguno de los status symbol de su rango. No están exibidos, por seguridad, dos preciosos y raros contorniati, extraordinarias impresiones sobre cuya función los numismáticos no llegan a un acuerdo. La guía que me acompañó en el pequeño museo se llamaba Raquel, vestida de perfecta matrona romana, la cual me quiso precisar que está siempre vestida de esa manera: he tenido la suerte de visitar Saldaña durante la semana romana. Quando salí de allí, me crucé con una señora anciana que acompañaba a una niña. Mirando a Raquel le dijo: “eres muy guapa!”. Transcurren los años pero los halagos a las mujeres no pasan nunca de moda.
Saul Stucchi
Orari: da martedì a domenica 10.30-18.30
Lunedì chiuso
Sono previste anche visite notturne
Biglietto: intero 5 €; ridotto 3 €
Il biglietto vale anche per l’ingresso al museo di Saldaña
Informazioni:
www.villaromanalaolmeda.com